David sabia de persecuciones, conocía el miedo que generan los enemigos, tuvo muchos adversarios a lo largo de su vida. Cuando escribe el Salmo 3 estaba prófugo, huyendo de la violencia y amenaza de uno de sus hijos.
En todo momento, y en circunstancias de incertidumbre y temor, tenemos a disposición el escudo de Dios para protegernos. En medio de la desolación, cuando nuestras fuerzas se terminan, y no podemos mantenernos en pie, El levanta nuestra cabeza.
Dios hace milagros, Él rodea de su favor de una manera que supera cualquier razonamiento.
Nunca lo entenderemos pero su amor es inmenso.
Salmos 3:3
Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en alto mi cabeza.
Señor, estoy asustado pero sé que me rodeas con tu escudo, se que estás conmigo entonces seguiré adelante.
Tú Eres Mi Escudo, mi gloria y el que levanta mi cabeza.
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